lunes, 18 de noviembre de 2013

Dímelo a mi...

Te diría que siento que me conoces más de lo que nunca nadie me llegó a conocer. Que tal vez yo no pueda decir lo mismo. Que te escucho hablar y no dejo de mirar tus labios. Tu voz de fondo. Palabras.

Que cuando aprieto tu mano y miro como nuestros dedos se entrelazan siento que formamos parte de un mismo puzzle. Que cuando aprietas mis costillas no enjaulas mi corazón, lo haces libre.

Que tienes la sonrisa más bonita nunca veré. Que tu sonrisa habla. Incita.

Que cada día que me levanto pienso en ti, tal vez no de manera inmediata, pero de una manera u otra siempre apareces. 

Que cuando desayuno recuerdo la manera en la que revuelves el colacao. Que los lunes resoplas mientras lo revuelves. Que te encanta ver como descuartizo las galletas y las capturo en mi cuenco de leche una a una. Que siempre besas mis labios cuando desayunamos juntos. Que en esos momentos tus labios saben a colacao. Que tu lengua está caliente. 

Que me gustan las caras que pones cuando mis manos se van de expedición cuando las adentro bajo tu pantalón. Que nunca te niegues. Que siempre me das más de lo que pido. Que no exiges nada a cambio. Que observas, preguntas y propones. Que eres capaz de rectificar. 

Que te asustas, que te equivocas, que no eres perfecto. Que me haces ser mejor persona, que alimentas mis sueños, que me atrapas.

Que me gusta tu cuerpo de cualquier manera. Que me quieres. Que me perdonas. Que me haces sentir especial. Que sé que eres mío. Que no me importa que alguna vez hayas podido fantasear con otra pero a la hora de la verdad me eliges una y mil veces. Que existes. Que eres real. Que sería un milagro que te cruzases en mi camino. Que aún creo en esas cosas.





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